Marcel·lí Maneja i Granel (2) El capitulo en Blog i continuacio Homenots de La Penya


Para continuar con la sección dedicada a Marcel·lí Maneja, adjunto una publicación que realicé en su día en el blog i continuacio de Homenots de la Penya.

Nº 6  Marcelino Maneja
http://hemeroteca.elmundodeportivo.es/preview/1980/09/26/pagina-20/1057030/pdf.html
MARCELINO MANEJA, LA “FLECHA CATALANA”
Un Corbalán o Slavnic…en versión antigua
      Del amplio y apretado capítulo de efemérides del basket español queremos referirnos hoy a una de ellas, de clara resonancia histórica: la celebración del primer encuentro internacional disputado por la selección española —el primer Francia - España— después de nuestra guerra civil.
     Desde el ya lejano 1935, año de la histórica gesta del subcampeonato europeo conquistado en Ginebra, la inactividad internacional del basket español había sido total. Ocho años más tarde, volvía nuestro basket a asomarse al exterior con este partido que uno de sus más destacados, protagonistas,  Marcelino Maneja, aquel pequeño as del Hospitalet, relevante figura de toda una época, nos ayudará a evocar.
 El  Francia- España
   —El partido —recuerda-- se jugó en Toulouse, en el Estadio de Rugby «Des Minimes», sobre terreno de hierba. Por este simple detalle ya adquiría el encuentro carácter de efemérides: el primer partido de basket, y no sé si el único, que se jugaba sobre hierba. La hierba, sin embargo, muy corta y bastante mustia, no fue una dificultad seria, al menos para mí, que podía utilizar igualmente mi dribling, de bote corto.  Francia se hallaba por aquel entonces ocupada por los alemanes, lo que tiene también lo suyo de anecdótico. La selección que formó Santiago Monerris para este partido fue, en realidad, una selección catalana con el añadido de los hermanos Pedro y Emilio Alonso y del también madrileño Pedro Carda. Los demás fueron José Tomás, Pedro Vidal, Kucharski, Francisco Martínez, Pedro Carreras y yo. El resultado fue de 25-24 a favor de los franceses, en cuyo equipo figuraba Robert Busnel, el hoy presidente de la Federación Francesa, además de Fabrikant y Lesmayoux, dos formidables jugadores. Perdimos por un punto del mismo modo que pudimos haber ganado, para lo cual demostramos en el campo—no cabe hablar aquí de pista-méritos más que sobrados.

La «flecha catalana»
    Uno recuerda los elogios que la prensa francesa dedicó a nuestro novel equipo, en especial a Marcelino Maneja, cuyas dotes de jugador veloz y fabuloso driblador causaron auténtica sensación.  La «flecha catalana», apelativo que un crítico local aplicó a nuestro pequeño internacional, fue, sin duda, el gran triunfador de esta primera edición de los choques hispano-franceses, que luego, años más tarde, cuando el basket francés dejó de mirar por encima de  hombro al baloncesto español, se producirían con evidente prodigalidad.
   Sobre la distribución de puestos y misiones disputada por el seleccionador Santiago Monrerris —uno de nuestros mejores árbitros, que, por cierto, actuó como auxiliar en este primer Francia- España—, recordó Maneja: 
  —El equipo solíamos formarlo Pedro Alonso y Francisco Martínez, como defensas; yo, como centro en función de distribuidor de juego, con misión de penetrar por el centro y dar balones a los delanteros, que solían ser Ferrando y Kucharski. Entonces solía ser éste el dispositivo de ataque. La figura del Pívot estaba todavía por crear.
Siempre en un primer plano
   Tras su bautismo internacional,  Marcelino Maneja seguiría permaneciendo en el candelero, como primerísima figura, cuya selección resultaría indiscutible a la hora de formar la selección que representaría a España en los cinco años que siguieron al partido de Toulouse. No fueron muchas, ciertamente, las ocasiones que tuvo Maneja de enfundarse la camiseta nacional, lisa y simplemente porque el confinamiento de nuestro basket apenas si lo permitía cruzar armas alguna que otra vez con Portugal y Francia, únicos adversarios asequibles en aquella época, tan erizada de dificultades de todo orden.
   Si se llega algún día a crear una «Hall de la Fama», a imagen y semejanza de la que existe en Estados Unidos, la imagen de Marcelino Maneja deberá figurar junto a las más rutilantes estrellas representadas en tan singular exposición. Seria éste un honor de quienes pudimos gozar del deleite de verle desenvolverse sobre las pistas de juego estamos en condiciones de estimar del todo merecido.
   A Maneja nos parece estar viéndole todavía, con su pequeña figura -1,68, talla que parecería insólita para nuestro basket de hoy—, con el pañuelo anudado en la frente, con su diabólica velocidad, su imparable dribling y su tiro certero, infalible.
  Marcelino Maneja fue, en sus comienzos, lo más parecido a un niño precoz: iniciado en los infantiles del A. B. Juniors, nada más cumplir los 14 años ya dio el salto al segundo equipo y de él, en la misma temporada, a suplente del equipo titular. Precisemos aquí un detalle harto interesante: el A.B. Juniors no era otro club que el que, finalizada la guerra civil, pasaría a denominarse C. B. Hospitalet. Su primitivo nombre, el de Juniors, no fue admitido por la Federación Catalana por no ser español. Eran tiempos en que en la propia Federación figuraba colgado de la pared un cartelito en el que se invitaba a  hablar el idioma del Imperio...
    Finalizada la guerra civil, Maneja figura como titular del renacido  equipo, en cuyas filas se hallaban los Vidal, Piera; Ferré, Sanahuja, Rodón, Rosell y Benach.
  —Estos eran —recuerda- los abnegados que además de jugar y meter canastas teníamos que encargarnos de que el campo estuviese en condiciones: regarlo y marcarlo después de haberlo limpiado de piedras y hierbajos. Muchas veces pienso en lo que habríamos podido hacer nosotros, los de aquella época, de haber podido jugar en las pistas de ahora, de parket, cubierto, y con los balones actuales.
Siete años en verde y negro
  Maneja permaneció en el Hospitalet hasta 1.943. Pasó al año siguiente al Español y, un año después, al Centro Católico de Hospitalet, en donde estuvo tres años. Y en 1947, de la mano de Vila, entrenador, ingresó en el Juventud, de Badalona, en donde formó equipo con Kucharski, Valls, Gubern, Espiga, Bassó y OlIé. En el club verdinegro estuvo siete años, hasta su retirada, en 1954.
   Dos veces campeón de Cataluña con el Hospitalet;  tres, con el Juventud; una vez campeón de Copa con el Hospitalet, con Maneja como capitán, y 2 títulos de Copa con el Juventud; Medalla de Honor de la Federación Española; Medalla al Mérito de la Federación Catalana. He aquí los blasones con los que se- ve orlada la brillante ejecutoria deportiva de quien, con todos los honores, figura incorporado a la leyenda de este deporte.
   Honores y títulos. He aquí la única: recompensa obtenida después de unos años de esfuerzos y sacrificios. ¿Dinero? Ni soñarlo... A lo sumo —recuerda Maneje— un banderín y una cena de homenaje cuando ganamos la Copa, el Juventud contra el Real Madrid...
   Por último y para dar un último toque al esbozo que hemos tratado de hacer de la personalidad de Maneja, le invitamos a señalar un jugador actual con quien poderse comparar. Consecuente seguidor del basket actual, su respuesta no ofreció dudas:
—Corbalán y Slavnic son  los jugadores con los que me siento más identificado. Su movilidad, su  entrega, su espíritu de lucha, su visión del juego... Esas cualidades, aunque, claro, en versión llamémosla antigua, eran creo yo, las mías.
Manuel  Espin.   

http://hemeroteca.elmundodeportivo.es/preview/1984/02/03/pagina-24/1110827/pdf.html
MARCELINO MANEJA: CON, EL “PENYA”  “FUE UN HURACAN VERDE”
Con su inconfundible pañuelo en la cabeza, durante siete años fue el motor de un Joventut trepidante
En la selección, participo en los cuatro primeros partidos de la posguerra.
  Hasta cuatro años después de finalizada la guerra civil no le fue posible al basket español reanudar su actividad internacional.  Fue en 1943, en efecto, cuando España pudo, al fin, asomarse de nuevo al campo internacional con un Francia-España amistoso, celebrado en Toulouse el 7 de Marzo.  En dicho encuentro recibió su bautismo internacional nuestro personaje de hoy, Marcelino Maneja, figura auténticamente legendaria surgida de la prodiga cantera de L’Hospitalet. A Maneja le cupo pues el honor de haber protagonizado los cuatro primeros encuentros  internacionales de España en el regreso de nuestro país al área internacional: el citado partido contra Francia; otro contra Portugal, en 1947, y otros dos, en 1948, contra los mismos países. Como se ve, en aquellos tiempos los contactos internacionales a nivel de selección nacional se daban con cuentagotas.
 Hospitalet, una fecunda cantera.
  Nacido el 5 de junio de 1921 en L’Hospitalet, Maneja ingreso a los 12 años en el Atletic   Básquet Junios de aquella ciudad ribereña: Dos años más tarde, pasé de infantil a reserva del primer equipo, con el que quedamos campeones  de Catalunya y España. Era aquella la gran época del Patrie, que en la temporada 1935-36 quedo campeón de Catalunya, seguido de nuestro equipo, el Juniors. En nuestro primer equipo jugaban los hermanos Vidal, Berbis, Sanahuja, Rodón, Benach y Piera.
  El advenimiento de la guerra impuso la consabida dispersión de la que el Juniors, como ocurrió con todos los demás equipos no pudo librarse:  En L’ Hospitalet quedamos los más jóvenes, los que por nuestra edad pudimos seguir en casa. Eso hizo posible que siguiéramos jugando los Roquetas, Rovira, Lillo, Rodón y yo. Jugamos con bastante frecuencia contra equipos de cuarteles, y a cambio nos daban unas muy apetitosas raciones de rancho, o bien azúcar, tabaco, arroz, todo los cual era muy bien recibido, sobre todo en aquellos  momentos de escasez
  Ya en sus tiempos de jugador infantil, Marcelino Maneja aparecía como una gran figura en ciernes. Con su inconfundible pañuelo atado a la cabeza, que seguiría usando hasta el mismísimo día de su retirada, veinte años después. Maneja se hacía admirar  por su endiablada rapidez, puesta al servicio de un estilo personalísimo y, obviamente, por su tiro fácil y preciso: Mi ídolo, de pequeño fue Arnaud, el fabuloso delantero del Patrie. Siempre traté de lograr que mi juego se pareciera al suyo, y lo cierto es que no fueron pocos  los que me compararon a él, con la natural satisfacción por mi parte, claro.
  Finalizada la guerra, el Juniors, por aquello de la españolización de los nombres extranjeros, paso a denominarse C.B. Hospitalet.  Poco a poco fueron reintegrándose al club los jugadores hermanos Vidal, Farré, hermanos Piera, Sanahuja, Rodón, Rosell, Escalera, Ventura, Roqueta y Grau. Con todos ellos pudimos formar un equipo que en los dos primeros año casi lo gano todo. En 1940 fuimos campeones de España imbatidos, ganando en la final al Atletico, por 20-17. En 1941, subcampeones  tras perder la final, jugada en Madrid, con el Español, por 24-35. Los tres primeros encestadores éramos del Hospitalet, por este orden: yo, Sanahuja y Rodón.
HORIZONTES MÁS AMPLIOS
   Hospitalet se había quedado pequeño para Marcelino Maneja, en quien ya soñaban algunos de los club grandes de aquel entonces. Del Español me propusieron el ingreso y jugué con ellos la temporada 1942-1943. Pero solo estuve un año. Al año siguiente volvi a L’Hospitalet, pero al Circulo Católico. Estuve allí tres temporadas, después de la cuales fiche por el Joventut, en donde jugué siete temporadas. Iba a ser esta, sin duda, la etapa mejor de mi carrera. Ganamos el Campeonato de España en mi primer año y me retire, en 1953 ganando también el Campeonato de España. El Joventut de entonces arrollaba todo. Llegamos a merecer la denominación de “Huracán verde”, que creo que reflejaba bien el estilo y las maneras del equipo, literalmente imparable cuando nos desmelenábamos, cosa que ocurría con mucha frecuencia. Eran los tiempos de Valls, Gubern, Kucharski, Oller, Basso, Espiga y Maneja. En el último año de mi estancia allí se habían incorporado Parra, Masferrer, Roca, Quico Martínez, Massagué, Brunet. En 1953 lesionado de menisco, decidí retirarme. Tuve todavía proposiciones, pero las decliné. A mis 33 años y con el buen sabor de la Copa recién ganada en Valladolid, contra el Real Madrid, en 1953, creí que había sonado la hora de mi retirada.
Recuerdos
  Desde entonces, Marcelino Maneja vive de recuerdos, gratos y amargos, que de todo hubo: El más amargo, no haber participado en la Olimpiada de 1958 en Londres, Al perder contra Francia, por 34-40, se desistió de participar, y luego que Francia fue finalista en Londres, lo que vino a probar que perder contra los franceses, por solo seis puntos, no había sido ningún deshonor. Y como recuerdo grato mis años de estancia en el Joventut, en donde dejé infinidad de amigos que, como puedo comprobar cada vez que voy por Badalona, me profesan un sincero afecto. Fueron unos años inolvidables.

Esta es el texto de Josep Pla, que esta como prefacio a las publicaciones.
  Diré una vegada més que la meva principal finalitat de la publicació d'aquests papers va adreçada directament a la joventut i està destinada a estalviar-li la injustícia de l'oblit. Les grans convulsions històriques produeixen com a conseqüència més visible la ruptura amb el passat immediat i susciten, per tant, l'ostracisme de valors autèntics. La joventut té, per altra part, una tendència natural a creure que el món començà quan aparegué sobre la terra. La història és abrupta i la joventut frívola. Per a tractar de corregir (amb poques esperances) una i altra cosa, la popularització dels esforços anteriors es presentava com una necessitat positiva.

Josep Pla


Traducción automática al castellano.

 Diré una vez más que mi principal finalidad de la publicación de estos papeles va dirigida directamente a la juventud y está destinada a ahorrarle la injusticia del olvido. Las grandes convulsiones históricas producen como consecuencia más visible la ruptura con el pasado inmediato y suscitan, por tanto, el ostracismo de valores auténticos. La juventud tiene, por otra parte, una tendencia natural a creer que el mundo empezó cuando apareció sobre la tierra. La historia es abrupta y la juventud frívola. Para tratar de corregir (con pocas esperanzas) una y otra cosa, la popularización de los esfuerzos anteriores se presentaba como una necesidad positiva.
Josep Pla

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